miércoles, 4 de febrero de 2009

Las medianeras: imaginación y recuerdos



Es parte de la vida de un edificio el que, al final, desaparezca. Y quizá con él tantos y tantos espacios en los que se acumularon vivencias y recuerdos, alegrías y penas, dificultades y bonanzas…
Sí, al final, el edificio, la casa, desaparece. Pero algo deja. Quizá la huella, en forma de solar. Quizá un vacío difícil de llenar.
Algo queda, siempre, es verdad… Pero me gustaría detenerme en el tiempo que media entre el derribo y la construcción de la nueva casa.
Durante ese tiempo es frecuente que se genere un espectáculo insólito, melancólico… Los edificios colindantes, los edificios compañeros, se resistieron a quedar sin el recuerdo del caído, sin el recuerdo de quien compartió con ellos calle, espacio, sol, lluvia y viento. Y paredes pintadas, mosaicos de azulejos, chimeneas sin hogar, escaleras a ninguna parte y algunos objetos olvidados en alacenas o armarios conforman este nuevo espacio realmente singular… donde podemos encontrar aquella percha donde ya no colgar el abrigo.
Composiciones inesperadas, imágenes insólitas decoran y dan vida al vacío.
Lo que las fachadas ocultaban, las medianeras lo descubren. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse. Y así, el volumen del edificio queda reducido al plano-huella de la sección, esta sí, real y a la vista. La densidad del volumen de la vida, reducida a un plano de recuerdos.
Es cierto que imaginar la vida en estos edificios desde la contemplación de la medianera no deja de ser una pequeña fantasía, un dejar correr a la imaginación. Pero es la medianera la que desvela al público lo que antes era privado.
Es la medianera la que permite intuir similitudes o diferencias en el modo de habitar de hoy y de ayer, del suyo y del mío.
Y las medianeras nos hablan de la historia, quizá de su historia, historia de quienes vivieron entre ellas. En medio de estas ruinas planas y verticales, algunos elementos sobresalen: clavos en la pared, muñones de grifos, interruptores o enchufes, o el casquillo donde se enroscó una solitaria y frágil bombilla.Además de contar la historia de décadas de uso, reflejan un presente para siempre detenido.


Espacios inverosímiles, relaciones inesperadas, planos virtuales, colores, luz y sombra conforman estos vacíos urbanos de los que se puede disfrutar durante un escaso período de tiempo. Reflexiones vivas e ilusiones reales de la arquitectura.
Y recuerdos, nostalgia, imaginación de otro tiempo en que quizá, pensamos, la vida fuera mejor, aunque diferente si lo era… nos pueden invadir en la observación de estos espacios. Y junto a aquella percha, junto a aquel casquillo colgado, se encuentran, también colgados, tantos otros recuerdos y vivencias. Y con la rapidez con la que en ocasiones suceden las cosas, alguien dejó olvidada hasta su sombra, habitante de las medianeras.

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